domingo, 19 de abril de 2015

Qué infeliz

Como cada mañana voy a desayunar al bar de mi amigo Pacorro. Se lo pueden tomar como una chulería por mi parte como otra cualquiera. El caso es que voy. Principalmente lo hago porque es un tío enrollao, por supuesto también por su buen hacer y por supuesto también porque mantiene a los parroquianos informados o flipaos para toda la jornada, dependiendo de la noticia que se lea o como se la tome cada lector. Pero cabe recordar, que estamos en España, un país en el cual abres un periódico y hechas la pota. Pues bien, dicho esto la noticia que ese día me dejo patidefuá pese al escaso margen de sorpresa que a uno le deja ser súbdito español fue la siguiente: “LA INFANTA CRISTINA SE LIMITÓ A FIRMAR LO QUE LE PEDÍA SU MARIDO, SIN PEDIR EXPLICACIONES”. Se refiere al caso Nóos, ese caso en el cual Urdangarín mangoneo todo lo que pudo y más y puso a su esposa la Infanta Cristina como socia en la empresa que gestionaba para mangonear y trapichear todo lo que pudo y más. y resulta que la socia, que a su vez es la mujer, firmaba documentos si leerlos y sin preguntar si quiera lo que firmaba. 
Menos mal que Urdangarín no quiso que firmara para que en España se proclamara la República, que sino también la hubiese firmado sin pestañear. Que infeliz esta Infanta, o que listo el Urdangarín, o ambas cosas, que también se puede dar el caso. Pero viendo lo que se cuece en esta España de pandereta que tenemos la mala suerte de tener y de vivir gracias en parte a este montón de desgraciaos, tenemos suerte de que no hayan desplumado hasta al mismísimo rey, que ya hubiese sido la hostia bendita. 
Yo lo que no llego a entender, es como la Infanta Cristina puede firmar cualquier cosa sin leerla y sin saber lo que está firmando. La Infanta mejor que nadie debería de saber en qué clase de país vive, ya que un crio de primaria sabe a la perfección que España es un país de truhanes, listillos y en donde la pillería abunda por doquier en cualquier rincón de este país. Pero da la sensación que la Infanta vivía o vive en otro lugar, en un lugar en donde el engaño, la mentira, el trapicheo, la poca vergüenza, etc, etc, no existen. Pero al pisar tierra española de verdad, se ha dado cuenta que hasta su querido esposo es uno de la pandilla con las cualidades anteriormente mencionadas, como era de esperar. 
Pero espero que me perdonen por muy incredulidad, pero les juro a ustedes por el cetro de Ottokar que lo que les he contado es cierto. Aunque comprendería que dudasen; en un país normal, algo así sería imposible. Pero recuerden que éste no es un país normal, sino España: un lugar donde, todo disparate, por gordo que sea, tiene su asiento, y donde, por poner un ejemplo clásico, una ardilla podría cruzar la Península saltando de chorizo en chorizo sin tocar el suelo, aunque ese chorizo pertenezca a la realeza, como es el caso. Hay que ver, ya no se respeta ná. Por eso, déjame que te cuente.

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