Ring, ring, ring, ring,
- Alló
- ¿Eres Cuchi?
- Sí, ¿querías algo mi amol?
- Pues sí, que me digas que llevas puesto
- Huy que picarón, poquita cosa. ¿Quieres contarme algo?
- Sí, bueno. Es que estaba aburrido en la alcaldía y he decido llamarte otra vez para que me digas que llevas puesto. Pero no pasa nada, soluciono algunas cosillas y te vuelvo a llamar
- Ok, mi amol. Gracias por acordarte de mí. Ya sabes donde puedes encontrarme si deseas hablar con una chica dulzona y cariñosa.
- No te preocupes, que lo sé. Dentro de un rato te llamo.
- Adiós mi amol. Te espero impaciente.
- Adiós Cuchi.
Esto puede ser una conversación normal de cualquier línea erótica. O algo parecido. El quid de la cuestión es que por cada minuto que pasa, la operadora te clava, ya que parte de ese clavao va a parar a los dueños de la línea erótica. La operadora sólo cobra por una llamada normal, lo demás es todo para la chica caliente.
Pero hay un matiz en esta conversación y algunas otras. La pagamos entre todos los españoles, y más concretamente las personas que viven en el pueblo de la provincia de Sevilla en donde su alcalde se ha gastado la friolera d de 6.000€ en llamadas a este tipo de líneas. El detalle está en que el teléfono era propiedad del ayuntamiento, y es ahí en donde está la desfachatez y la poca vergüenza de este alcalde. Porque que lo haga con el suyo o desde el teléfono de su casa me da igual, porque cada uno en sus ratos libres y con su dinero hace lo que le sale del arco del triunfo. Pero que lo haga con teléfono que pagamos entre todos, pues eso es de clamor al altísimo.
Les cuento esto, porque leyendo los otros días el periódico en el bar de mi amigo Pacorro me llamo la atención la noticia. Ésta decía que este alcalde había sido condenado a devolver los 6.000€ que se había gastado en llamar con el teléfono del ayuntamiento a líneas eróticas. Muy bien por la justicia, pensé yo. Pero seguí pensando, y llegue a la conclusión de que la sentencia se había quedado corta, ya que la oveja tirar para el monte. Si de verdad querían joderlo con la sentencia, deberían haberle puesto una orden de alejamiento, es decir, que no se acercara a ningún teléfono del ayuntamiento a menos de 300m, por si vuelve a caer en la tentación otra vez y se pone otra vez caliente y le da por volver a gastar pasta que no es suya en sus vicios. Pero luego volví a pensar y no me extrañe de esa sentencia, ya que estamos en España y eso ya dice mucho. En este país cutre y salchichero que nos ha tocado vivir, ser representante público tiene sus ventajas. Te condenan a pagar, pero sigues mangoneando dinero público. Te condenan y puedes recurrir, y recurrir, y recurrir y así hasta el infinito y mucho más, hasta que des con un juzgado que te perdone, o que sentencie que la condena que te pusieron es abusiva, o que la condena que te pusieron no puede ser porque no hay ninguna ley que prohíba hablar por teléfono, que sé yo. Todo esto puede ocurrir. Pero también cabe la posibilidad de recurrir hasta los juzgados de Estrasburgo, esos mismo que obligan al gobierno a indemnizar a Otegi porque la justicia que le puso un juzgado español es “exagerada”. Por eso si este alcalde de pueblo tiene suerte y da con ese juzgado, se puede dar el caso que obliguen al Estado español a pagar todas las facturas telefónicas del susodicho alcalde y encima a indemnizarlo por daños y perjuicios a su imagen. Todo esto se me ocurría mientras leía la noticia. Llegue a la conclusión, que muchas veces 6.000€ no son nada para el Estado, teniendo en cuenta las indemnizaciones que pueden acarrear ciertas sentencias. Y pensé que vaya mierda de justicia que hay y que tenemos. Aunque eso ya lo había pensado otras veces. No tenemos ni tienen remedio. Sólo toca “ajo y agua”. Qué país más cutre y salchichero por dios. Por eso, déjame que te cuente. Un saludo.
- Alló
- ¿Eres Cuchi?
- Sí, ¿querías algo mi amol?
- Pues sí, que me digas que llevas puesto
- Huy que picarón, poquita cosa. ¿Quieres contarme algo?
- Sí, bueno. Es que estaba aburrido en la alcaldía y he decido llamarte otra vez para que me digas que llevas puesto. Pero no pasa nada, soluciono algunas cosillas y te vuelvo a llamar
- Ok, mi amol. Gracias por acordarte de mí. Ya sabes donde puedes encontrarme si deseas hablar con una chica dulzona y cariñosa.
- No te preocupes, que lo sé. Dentro de un rato te llamo.
- Adiós mi amol. Te espero impaciente.
- Adiós Cuchi.
Esto puede ser una conversación normal de cualquier línea erótica. O algo parecido. El quid de la cuestión es que por cada minuto que pasa, la operadora te clava, ya que parte de ese clavao va a parar a los dueños de la línea erótica. La operadora sólo cobra por una llamada normal, lo demás es todo para la chica caliente.
Pero hay un matiz en esta conversación y algunas otras. La pagamos entre todos los españoles, y más concretamente las personas que viven en el pueblo de la provincia de Sevilla en donde su alcalde se ha gastado la friolera d de 6.000€ en llamadas a este tipo de líneas. El detalle está en que el teléfono era propiedad del ayuntamiento, y es ahí en donde está la desfachatez y la poca vergüenza de este alcalde. Porque que lo haga con el suyo o desde el teléfono de su casa me da igual, porque cada uno en sus ratos libres y con su dinero hace lo que le sale del arco del triunfo. Pero que lo haga con teléfono que pagamos entre todos, pues eso es de clamor al altísimo.
Les cuento esto, porque leyendo los otros días el periódico en el bar de mi amigo Pacorro me llamo la atención la noticia. Ésta decía que este alcalde había sido condenado a devolver los 6.000€ que se había gastado en llamar con el teléfono del ayuntamiento a líneas eróticas. Muy bien por la justicia, pensé yo. Pero seguí pensando, y llegue a la conclusión de que la sentencia se había quedado corta, ya que la oveja tirar para el monte. Si de verdad querían joderlo con la sentencia, deberían haberle puesto una orden de alejamiento, es decir, que no se acercara a ningún teléfono del ayuntamiento a menos de 300m, por si vuelve a caer en la tentación otra vez y se pone otra vez caliente y le da por volver a gastar pasta que no es suya en sus vicios. Pero luego volví a pensar y no me extrañe de esa sentencia, ya que estamos en España y eso ya dice mucho. En este país cutre y salchichero que nos ha tocado vivir, ser representante público tiene sus ventajas. Te condenan a pagar, pero sigues mangoneando dinero público. Te condenan y puedes recurrir, y recurrir, y recurrir y así hasta el infinito y mucho más, hasta que des con un juzgado que te perdone, o que sentencie que la condena que te pusieron es abusiva, o que la condena que te pusieron no puede ser porque no hay ninguna ley que prohíba hablar por teléfono, que sé yo. Todo esto puede ocurrir. Pero también cabe la posibilidad de recurrir hasta los juzgados de Estrasburgo, esos mismo que obligan al gobierno a indemnizar a Otegi porque la justicia que le puso un juzgado español es “exagerada”. Por eso si este alcalde de pueblo tiene suerte y da con ese juzgado, se puede dar el caso que obliguen al Estado español a pagar todas las facturas telefónicas del susodicho alcalde y encima a indemnizarlo por daños y perjuicios a su imagen. Todo esto se me ocurría mientras leía la noticia. Llegue a la conclusión, que muchas veces 6.000€ no son nada para el Estado, teniendo en cuenta las indemnizaciones que pueden acarrear ciertas sentencias. Y pensé que vaya mierda de justicia que hay y que tenemos. Aunque eso ya lo había pensado otras veces. No tenemos ni tienen remedio. Sólo toca “ajo y agua”. Qué país más cutre y salchichero por dios. Por eso, déjame que te cuente. Un saludo.
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